viernes, 15 de enero de 2016

¿JUGAMOS AL MONOPOLY?

Atención: Esto no es un artículo. No sé muy bien lo que es. ¿Quizás un artículo postmoderno? Si fuera así… ¡Qué postmoderna soy! Llámalo cómo quieras, básicamente es un SOS a mi manera. ¡Dejad a las mujeres en paz!


¿JUGAMOS AL MONOPOLY?


El cómico escándalo generado en torno a la nueva diputada Carolina Bescansa me ha hecho recordar viejos tiempos. Era por el año 2008, en el XV Encuentros Andaluz de Formación Feminista, en Baeza, que tuve la suerte de chocarme con un debate sobre la maternidad y sus alcances. Allí conocí a la élite de lxs socialistxs o del “neofeudalismo” andaluz. Yo acababa de terminar mi carrera y mis incursiones dentro del “feminismo institucional” habían sido pocas. En el transcurso del debate hubo algunos aspectos de entidad claramente pro capitalista que me rechinaron. Levanté mi mano y alcé la voz cuestionando el modelo de cuidados que allí se planteaba y que yo concebí muy lejos de una ética humana (como todo lo que rodea al capitalismo). Tuve la osadía, en mi juvenil intervención, de despojar las connotaciones negativas que allí se expusieron, y que yo no compartía, con respecto el asunto de la lactancia y de los cuidados, señalando que quizás el origen del discurso que planteaban era capitalista y deshumanizado. Advertí que el asunto de los cuidados era, por un lado, un ejercicio de corresponsabilidad familiar y no una labor exclusiva de las mujeres o de un sector servicios feminizado (y eso es lo que había que hacer entender a los varones de nuestra sociedad), y, por otro lado, uno de los elementos de nuestra especie que más nos conecta con la naturaleza humana y con la divina sensibilidad, con las emociones y con el amor. Vamos, desde el punto de vista del nihilismo, aquellas pequeñas grandes cosas por las que merece la pena vivir y que el capitalismo quiere suplantar por objetos de consumo. Pero, en todo caso, acciones y modos de vida elegidos por voluntad propia y no por imperativo-cohercitivo político-social. 

Lo que no se puede cuestionar, y es lo que se realmente se nos está cuestionando, es el derecho de las mujeres a elegir el modo de afrontar o gestionar nuestra maternidad, nuestras vidas y nuestros cuerpos. 



La respuesta que recibí fue prácticamente la misma moralina crítica de hastío hacia los cuidados que recibió ayer Carolina, con un poco menos de mediatización, claro está. Lxs compañerxs del congreso tenían muy bien digerido el discurso capitalista: caca, pipí, lactancia y cuidados no dan beneficios económicos, no es asunto de estado ni de nuestra clase social. Por lo tanto, eran elementos que quedaban fuera del olimpo político-financiero. Y toda acción que se acerque mínimamente a la innombrable tarea de los cuidados ya se encargará la sociedad, a través de nuestros mecanismos, de tacharla y castigarla como hereje. Pues a Bescansa también le ha tocado pagar pato.

Si toda esa energía desperdiciada durante estos días, tras el aluvión de críticas que la diputada ha recibido por “hacer lo que le salió del alma”, se convirtiese en una tromba monzónica de mensajes de sensibilización hacia a nuestros varones haciéndoles entender que la tarea de los cuidados es universal, para ricos y pobres, y que es un deber antropológico, ¿qué pasaría? ¿Habría heridos? ¿Causó asco introducir elementos privados, hasta ahora destinados a las mujeres, en espacios públicos? ¿Qué parte fue la que más desagradable os pareció, la del amamantamiento? Sí, puedo intuir las respuestas… Sé de lo que hablo, sé de lo que habláis… Del mismo estupor que les sobreviene a los machirulos en una conversación mixta cuando las mujeres hablamos de sexo o de la menstruación, no siendo la misma reacción a la hora de mencionar la varonil eyaculación. También me viene a la mente las caras de aburrimiento y desprecio cuando se trata de intercambiar opiniones sobre pañales de abuelos o bebés, compresas, potitos, o leche materna. Esos machos son, los mismos, los que se dan golpes en el pecho llamando asesinas a las mujeres que abortan sin tener ni idea de lo que supone abrir el cuerpo en canal para parir, en muchos casos, a nuestros verdugos, a cambio de un todopoderoso cheque bebé que nunca llegará. Esos son, los mismos, los misóginos.

Así que estoy convencida: quieren que las mujeres aprendamos a jugar al Monopoli de Occidente. Quieren que seamos como el hombre blanco, poderoso, aquel del bigote, el que juega a construir aeropuertos fantasmas. O como el gran hombre negro Presidente del “Imperio Come Hamburguesas y Crea Pollos Mutantes”, el que se sustenta a bases de guerras, el que recibe el Premio Novel de la Paz por emocionarse ante las cámaras al hablar de la miseria que él genera en su país… Así dice el patriarcado capitalismo que debemos ser. ¿Los bosques? Sobran. ¿Que se derriten los polos? Pues que se coman el marrón lxs que vengan. No pasa nada, todo por el progreso. Nosotras tenemos que ser también ejecutivos agresivos, de los que salen a las cinco de la mañana de casa y vuelven por la noche, unos con suerte (ese 1% de la población explotadora) y otros sin suerte (ese 99% de la población explotada). Puedes ser como los que atiborran a sus hijxs de regalos y caprichos para suplir las carencias afectivas resultado de sus ausencias. Esos que, a pesar de dar tanto regalo, llaman al programa del Hermano Mayor desde la trinchera del estado dictatorial hogareño en el que viven, cuyo canciller es su propio hijx. O puedes ser de los que recurren a los psicólogos tras una fuerte crisis de ansiedad con diagnóstico de apego no seguro, estrés laboral y una dosis de depresión existencial porque no saben dónde gastar su dinero.

Volviendo al asunto de la diputada Bescansa, pude ver desde las redes sociales reacciones muy dispares. También dentro del movimiento feminista. Pues si hay algo que me ha quedado claro con esto es que existe un movimiento feminista capitalista y otro… Espera, rebobino que me pierdo.  

A sumas cuentas existe la teoría del macho capitalista que invade los círculos de las mujeres que despiertan de la pesadilla del patriarcado, y que comienzan a ansiar la igualdad, y les hacen ver que si quieren llegar a la esfera de lo público deben comportarse como ellos, hablar como ellos, maltratar como ellos (sobre todo entre las de nuestro mismo género), etc. para conseguir sus fines económicos y las comodidades del poder soberano patriarcal.

Y como esto me enloquece y me causa histeria, he terminado hablándome a mí misma en una conversación surrealista y cotidiana desbordada de las presiones a las que nos vemos sometidas las mujeres, desde el neomachismo capitalista, durante nuestra ardua tarea de querer decidir por nosotras mismas y no morir en el intento. 

-          Olvídate de la lactancia, es un engorro. Reduce tu libertad como persona.  
-          Pero es más natural… He leído en un libro que es bueno para desarrollar un apego seguro.
-          ¡Qué dices! Y nunca se te ocurra hacerlo en público, lxs fachxs se escandalizarían. No, no, espera. ¿De qué corriente del feminismo eres? ¡Posiciónate chica! Y quítate la pintura de los labios… ¡Vaya feminista!
-          ¿Pero tú no ibas a una entrevista de trabajo? ¡Píntatelos de nuevo mujer y hazte la plancha del pelo, que está la cosa muy mala y no se te puede escapar ese curro!
-          Hice cuentas y no sé si me conviene la oferta… Realmente, entre gastos y demás ganaré unos 400 al mes, y no podré ver a mi familia los fines de semana.
-          Así es. Menos mal que no tienes hijos, si ya sabía yo que aún no debías tenerlos para poder tener autonomía e independencia. Una vez que tengas prole, no podrás aceptar estos maravillosos trabajos.
-          La verdad es que no pinta tan maravilloso…
-          Calla y date por satisfecha, que ahora serás una mujer trabajadora. Todo el mundo hablará bien de ti.
-          Pero hablarán bien de mí también si soy madre, últimamente mi entorno se preocupa mucho por mi reloj biológico... Mira, puedo hacer una cosa: tengo bebé y me lo llevo a mi súper trabajo conmigo. Allí lo amamanto, que es más natural y creo un apego seguro.
-          ¡¡Nooo mujeeer!!! Lo dejas en la guarde o pagas a alguien. ¿O es que acaso vas a trabajar de jornalera? A ver, ¿dónde vas a trabajar?
-          ¡Pero si no hay servicios de conciliación para las personas con pocos recursos! ¡Ains! ¡Qué lio! No sé dónde voy a trabajar. ¡Vaya pregunta! No hay mucho donde elegir. Tampoco hay curro en el campo de jornalera para mí que fui a la universidad en busca de mi emancipación e independencia económica.
-          Bueno pero, ¿tú qué quieres ser de mayor?
-          Princesa.
-          ¡No!
-          ¿Maestra o enfermera?
-          Un poco mejor, evolucionas. Pero deberías aspirar a más. Debes romper el techo de cristal y alcanzar altos cargos en ramas tecnológicas, de ciencias, en la política…
-          ¿Con esta crisis quien encuentra trabajo? Está la cosa como para elegir… ¿Y en la política?.... Déjame que piense. Eso mola, pero no sé si seré capaz de luchar con tantos hombres machirulos. Tendría que olvidarme de mi familia y de tener descendencia. ¿Y qué dirán de mí? Y yo tener un hijx por tenerlo, no. Además, tendré mucha presión. ¡Política no puedo ser, son muy pocas las que llegan! ¿Acaso has visto alguna candidata a la presidencia del gobierno en las últimas elecciones del 20D? Es algo imposible.
-          Que no mujer. Mira la Merkel. Ve olvidándote de la familia, del cambio climático y los cuidados del planeta y todas esas porquerías comunistas de la soberanía de los pueblos... Todo por el progreso. Tú compórtate como ellos, ¡juega al Monolopy!

SOFI
MAREA VIOLETA SANLÚCAR




No hay comentarios:

Publicar un comentario